Algos Blog

El dolor crónico influye negativamente en la vida de las personas, en la de quienes lo sufren directamente, pero también en la de quienes conviven con ell@s.

En ocasiones, los efectos son devastadores y abarcan todas y cada una de las esferas de la vida; de forma particular impacta en la social. Es habitual que las personas con dolor crónico reduzcan sus actividades fuera de casa, sea por miedo a experimentar un nuevo episodio de dolor mientras están en la playa, por ejemplo, y con ello importunar a familiares o amigos. Sea porque se compadecen de su estado, pues no pueden hacer lo que solían, y no quieren que los demás les vean así. Sea porque se aburren por no poder hacer lo que los demás. Sea porque encuentran difícil la compañía de los demás, y el estrés de esas situaciones no hace sino aumentar el dolor… Sea por lo que sea, lo cierto es que las personas con dolor crónico dejan de hacer algunas, acaso muchas, de las cosas que solían hacer. Y esto es un problema añadido a los ya de por sí negativos efectos del mismo dolor. En efecto, dejar de hacer lo que antaño solían reduce las posibilidades de obtener gratificaciones y, con ello, aumentan las probabilidades de experimentar depresión: se entra en una suerte de círculo vicioso que siempre resulta difícil de romper.

Así, pues, no ha de extrañar que los programas de tratamiento para las personas con dolor crónico incluyan propuestas dirigidas a resolver este tipo de problemas (lo sorprendente sería si no lo hicieran). Se pretende promover una vida lo más activa posible –a pesar del dolor-, facilitar –identificar y entrenar- estrategias y conductas adaptadas a la situación de cada paciente.  Se trata de erradicar el lema: “es imposible planear alguna cosa porque nunca sé cómo va a ser mi día” y substituirlo por el de: “voy a planear el día de manera que resulte gratificante para mí y las personas a las que quiero”.

La actitud decidida de los pacientes para facilitar este cambio es crucial, también lo es cultivar y mantener una buena red social de apoyo. Estas redes no tienen porqué ser muy extensas, pero sí de calidad. Es decir, formadas por personas de confianza del paciente, con las que le resulte fácil y placentero interactuar. Inicialmente formadas por personas del círculo más íntimo, algunos miembros de la familia, amigos de toda-la-vida, acaso el médico que les trata, un sacerdote en el que confíen…  Hoy en día, sin embargo, y gracias a las nuevas tecnologías el círculo puede ir mucho más allá. En internet abundan las páginas web de asociaciones, grupos de personas que se asocian y buscan apoyo, en ocasiones el consejo, de otros con su mismo tipo de dolencia. Estas personas también pueden ser –de hecho son- un buen recurso. Conservar bien engrasada una red social puede ser la clave para gozar de una buena calidad de vida a pesar de los problemas que ocasiona el dolor crónico.

Existen diferentes alternativas, como páginas web que ofrecen la posibilidad de mantenerse conectados con la realidad, también con la realidad de personas que como el paciente tienen el problema… ALGOS cuenta con un blog en el que puede encontrar este tipo de ayuda y recursos.

Jordi Miró, ALGOS. Recerca en Dolor

Universitat Rovira i Virgili, Tarragona

Image courtesy of Vlado / FreeDigitalPhotos.net


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